He venido a enterrar el amor debajo de un árbol, en el bosque negro y alto, donde nadie lo pueda ver. No pondré flores en su cabeza, ni una lápida a sus pies, pues esos labios que tanto amaba fueron amargos, nada. No volveré al sepulcro, pues el bosque es frío. Reuniré toda la alegría que mis manos puedan abarcar. Estaré todo el día bajo el sol, donde los salvajes vientos soplan, pero lloraré por las noches, cuando no haya nadie para escuchar.
Nada parece estar roto hoy (sólo la voz del que llega tarde).
martes, 24 de noviembre de 2009
sábado, 21 de noviembre de 2009
martes, 17 de noviembre de 2009
No abras tus labios, necio, ni gires hacia mi tu rostro; la furia del cielo te derribará, entonces mi gracia será tuya. Borra tu sombra de mi camino, y no derroches vanas plegarias; el salvaje viento puede insinuar tu canto, más nunca rogaré que te quedes. Llévate lejos esos falsos ojos oscuros, no los demores sobre mi rostro; te amé con gran amor, y ahora un gran odio, lúgubremente, se sienta en su lugar. Todos los cambios pasan como un sueño, yo no canto ni rezo; tú eres el árbol venenoso que huyó con mi vida lejos.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Aléjate de mí, aunque se que siempre, he permanecer en tu sombra. Y nunca, solitaria, alzándome en los mismos umbrales de la vida recóndita, podré gobernar los impulsos de mi alma, ni levantar la mano como antaño, hacia el sol, serenamente, sin que perciba en ella lo que intenté hasta ahora apartar: el contacto de tu mano en la mía. Esta anchurosa tierra con que quiso separarnos el destino, en el mío deja tu corazón, con latir doble. En todo lo que hiciere o soñare estás presente, como en el vino el sabor de las uvas. Y cuando derramo mi sangre, se distingue en mis ruegos tu nombre, y en mis ojos se mezclan nuestras lágrimas.
Ese instante que no se olvida, tan vacío devuelto por las sombras, tan vacío rechazado por los relojes, ese pobre instante adoptado por mi ternura, desnudo de sangre, de alas. Sin ojos para recordar angustias de antaño, sin labios para recoger el zumo de las violencias perdidas en el canto de los helados campanarios. Ampáralo niña ciega de alma, ponle tus cabellos escarchados por el fuego; abrázalo pequeña estatua de terror. Señálale el mundo convulsionado a tus pies, a tus pies donde mueren las golondrinas, tiritantes de pavor frente al futuro. Dile que los suspiros del mar humedecen las únicas palabras por las que vale vivir. Pero ese instante sudoroso de nada, acurrucado en la cueva del destino, sin manos para decir nunca, sin manos para regalar mariposas a los niños muertos.
sábado, 7 de noviembre de 2009
Te extraño, te extraño tanto que no puedo ser yo misma hace mucho tiempo. Sólo contigo podía y ya no estás. Tal vez nunca estuviste de verdad, nunca te importé, al menos no como me importas a mi. Me extraño porque no te tengo y no soy yo, ni siquiera una sombra de lo que era hasta el 22 de enero queda. Porque se quedó atrapada en tí y nunca se irá.
martes, 3 de noviembre de 2009
Tus fuertes brazos me rodean, mi cabello se enamora de tus hombros. Lentas palabras de consuelo caen sobre mi, sin embargo mi corazón no tiene descanso. Porque sólo una cosa trémula queda de mí, que jamás podrá ser algo salvo un pájaro de alas rotas, huyendo en vano de tí. No puedo darte el amor que ya no es mío, el amor que me golpeó y derribó sobre la nieve cegadora. Sólo puedo darte un corazón herido y unos ojos cegados por el dolor. Una boca perdida ya no puede sonreir, y tal vez ya nunca vuelva a reir. Pero rodéame con tus brazos hasta que el sueño me arrebate. Entonces déjame, no digas adiós , salvo si despierto, envuelta en llanto. Qué triste es saber que te voy a extrañar hasta el fin de mis días, que nadie podrá llenar el vacío que dejaste en mí.
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