He venido a enterrar el amor debajo de un árbol, en el bosque negro y alto, donde nadie lo pueda ver. No pondré flores en su cabeza, ni una lápida a sus pies, pues esos labios que tanto amaba fueron amargos, nada. No volveré al sepulcro, pues el bosque es frío. Reuniré toda la alegría que mis manos puedan abarcar. Estaré todo el día bajo el sol, donde los salvajes vientos soplan, pero lloraré por las noches, cuando no haya nadie para escuchar.
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