Nada parece estar roto hoy (sólo la voz del que llega tarde).






martes, 20 de octubre de 2009


La dama, entre tanto, de su labios de fresa estremeciéndose como una serpiente entre brasas y amasando sus senos sobre el duro corsé. Decía estas palabras impregnadas de almizcle: Son húmedos mis labios y la ciencia conozco de perder en el fondo de un lecho la conciencia, Seco todas las lágrimas en mis senos triunfales.y hago sonreír a los viejos con infantiles risas. Soy para quien sepa contemplarme desvelada, la luna, y soy el sol, el cielo y las estrellas.Yo soy, mi amado sabio, tan docta en los deleites,Cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos,o cuando a los mordiscos abandono mi busto, tímida y ligera y frágil y robusta, Que en esos cobertores que de emoción se rinden, Impotentes los ángeles se perdieran por mí. Cuando hubo succionado de mis huesos la médula y muy lánguidamente me volvía hacia ella A fin de devolverle un beso, sólo virebosante de pus, un cáliz pegajoso.Yo cerré los dos ojos con helado terror y cuando quise abrirlos a aquella claridad, A mi lado, en lugar del fuerte maniquíque parecía haber hecho provisión de mi sangre,en confusión chocaban fragmentos de esqueleto, De los cuales se alzaban chirridos,como los de una agria e infernal veleta,o los de un cartel, al cabo de un vástago de hierro,que acaricia el viento en las noches de invierno.

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