Nada parece estar roto hoy (sólo la voz del que llega tarde).






miércoles, 11 de noviembre de 2009


Aléjate de mí, aunque se que siempre, he permanecer en tu sombra. Y nunca, solitaria, alzándome en los mismos umbrales de la vida recóndita, podré gobernar los impulsos de mi alma, ni levantar la mano como antaño, hacia el sol, serenamente, sin que perciba en ella lo que intenté hasta ahora apartar: el contacto de tu mano en la mía. Esta anchurosa tierra con que quiso separarnos el destino, en el mío deja tu corazón, con latir doble. En todo lo que hiciere o soñare estás presente, como en el vino el sabor de las uvas. Y cuando derramo mi sangre, se distingue en mis ruegos tu nombre, y en mis ojos se mezclan nuestras lágrimas.

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