Nada parece estar roto hoy (sólo la voz del que llega tarde).






miércoles, 11 de noviembre de 2009




Ese instante que no se olvida, tan vacío devuelto por las sombras, tan vacío rechazado por los relojes, ese pobre instante adoptado por mi ternura, desnudo de sangre, de alas. Sin ojos para recordar angustias de antaño, sin labios para recoger el zumo de las violencias perdidas en el canto de los helados campanarios. Ampáralo niña ciega de alma, ponle tus cabellos escarchados por el fuego; abrázalo pequeña estatua de terror. Señálale el mundo convulsionado a tus pies, a tus pies donde mueren las golondrinas, tiritantes de pavor frente al futuro. Dile que los suspiros del mar humedecen las únicas palabras por las que vale vivir. Pero ese instante sudoroso de nada, acurrucado en la cueva del destino, sin manos para decir nunca, sin manos para regalar mariposas a los niños muertos.

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